El Real Madrid huye de la sencillez, no se siente cómodo en la normalidad, disfruta resolviendo los problemas que antes generó, se niega a vivir como los demás. Sólo así se explica su gusto por las remontadas, su afán por generar ese sufrimiento en una afición que vive al borde del infarto y es capaz de pasar de la decepción y la depresión del 0-2 al éxtasis del 3-2 después del gol de Van der Vaart ya en el tiempo añadido. No fue casualidad que la remontada del Madrid llegara cuando sobre el campo estaban sus mejores centrocampistas, con Guti al frente. Tan genial como inestable, cuando quiere jugar es único y esta vez saltó al campo con ganas de jugar. Diseccionó la defensa del Sevilla con esos pases de delineante que hacen mejores a sus compañeros y retratan a los rivales.
Mereció el triunfo el Madrid y lo buscó superando todos los obstáculos que se encontró en el camino, que no fueron pocos. Esos dos goles en contra, la magnífica actuación del gran Palop. Supo controlar la ansiedad de verse debajo en el marcador, nunca renunció a la victoria, siempre creyó en ella, quizá porque el Madrid es el único equipo capaz de ver una victoria donde los demás sólo veían un empate. Ese corazón indestructible fue el que llevó a doblegar a un buen Sevilla y a vestirse con el traje de líder. Como bien saben sus rivales, el Madrid nunca se rinde.
Los futbolistas del Madrid se abrazaron al final como si hubieran ganado la Liga. Deberán todavía trabajar mucho para hacer realidad ese objetivo, pero eran conscientes de que después del tropiezo del Barcelona en Almería, un triunfo contra el Sevilla suponía mucho más que tres puntos. En el partido se vieron dos conjuntos del Madrid y a Pellegrini debería haberle quedado claro cuál es el mejor y por cuál debe apostar de aquí al final. Las victorias se consiguen con corazón y con ideas y cuando se mezclan los dos ingredientes se obtiene el Madrid que le gusta ver al Bernabéu.
domingo, 7 de marzo de 2010
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